Robert Fludd, también conocido como Robertus de Fluctibus (1574-1637) fue un eminente médico que seguía las doctrinas de Paracelso, astrólogo y místico inglés.
Entre 1598 y 1604 Fludd recorrió España, Francia, Italia y Alemania, estudiando medicina, química y lo oculto, aunque es principalmente conocido por su investigación en el campo de la filosofía oculta. Fue sin duda en Alemania donde Fludd entró en contacto directo con el movimiento rosacruz. De retorno a Inglaterra, el 16 de mayo de 1605 obtuvo su doctorado en medicina en la Universidad de Oxford. Más adelante se instaló en Londres. A partir de los 42 años (1616) empezó a escribir y publicar, y hasta su muerte no paró de escribir voluminosas obras herméticas.
Su saber enciclopédico queda de manifiesto en su obra magna Utriusque Cosmi, Maioris scilicet et Minoris, metaphysica, physica, atque technica Historia (La historia metafísica, física y técnica de los dos mundos, a saber el mayor y el menor, publicado en Alemania entre 1617 y 1621).
Del primer tomo de esta obra me ha parecido interesante mostrarles algunas de las imágenes con que Fludd explicaba el Génesis del Macrocosmos, les añado las anotaciones que en su libro El Museo Hermético- Alquimia & Mística publicado por Taschen edición del 2001, su autor Alexander Roob hace a estas imágenes.
Para Robert Fludd el acto divino de la creación se representa como un proceso alquímico en el que Dios, como espagírico o alquimista obtiene del caos tenebroso- la Prima Materia- los tres elementos primarios, divinos, que son: la luz, la oscuridad y las aguas espirituales. Estas aguas son a su vez el principio de los cuatro elementos aristotélicos, de los cuales la tierra es el más tosco y pesado, comparable al sedimento, al “caput corvi” ó “caput mortum” que se deposita en el fondo del matraz durante la destilación. No debe maravillarnos dice Fludd, que nuestro planeta sea un valle de lágrimas, sabiendo que está hecho del sedimento de la creación, por el que ronda el diablo.
Por otra parte en el Zohar se dice: “Cuando el oculto de los ocultos quiso revelarse a lo no manifestado, comenzó engendrando un punto luminoso. Antes de que este punto fuera luminoso y se hiciera visible, el infinito (Ain Soph) estaba oculto y no daba luz alguna”.
Me disculpo de antemano por la calidad de las imágenes que no son todo lo buenas que desearía, pero he tenido que sacarlas de la obra original que en la versión a la que he tenido acceso no tienen buena calidad, las he retocado todo lo posible para conseguir una nitidez mejor. Sin embargo por lo insólito del tema me ha parecido que valía la pena realizar una entrada al respecto.
Para ampliar (dentro de lo posible) pulse sobre la imagen.
Entre 1598 y 1604 Fludd recorrió España, Francia, Italia y Alemania, estudiando medicina, química y lo oculto, aunque es principalmente conocido por su investigación en el campo de la filosofía oculta. Fue sin duda en Alemania donde Fludd entró en contacto directo con el movimiento rosacruz. De retorno a Inglaterra, el 16 de mayo de 1605 obtuvo su doctorado en medicina en la Universidad de Oxford. Más adelante se instaló en Londres. A partir de los 42 años (1616) empezó a escribir y publicar, y hasta su muerte no paró de escribir voluminosas obras herméticas.
Su saber enciclopédico queda de manifiesto en su obra magna Utriusque Cosmi, Maioris scilicet et Minoris, metaphysica, physica, atque technica Historia (La historia metafísica, física y técnica de los dos mundos, a saber el mayor y el menor, publicado en Alemania entre 1617 y 1621).
Del primer tomo de esta obra me ha parecido interesante mostrarles algunas de las imágenes con que Fludd explicaba el Génesis del Macrocosmos, les añado las anotaciones que en su libro El Museo Hermético- Alquimia & Mística publicado por Taschen edición del 2001, su autor Alexander Roob hace a estas imágenes.
Para Robert Fludd el acto divino de la creación se representa como un proceso alquímico en el que Dios, como espagírico o alquimista obtiene del caos tenebroso- la Prima Materia- los tres elementos primarios, divinos, que son: la luz, la oscuridad y las aguas espirituales. Estas aguas son a su vez el principio de los cuatro elementos aristotélicos, de los cuales la tierra es el más tosco y pesado, comparable al sedimento, al “caput corvi” ó “caput mortum” que se deposita en el fondo del matraz durante la destilación. No debe maravillarnos dice Fludd, que nuestro planeta sea un valle de lágrimas, sabiendo que está hecho del sedimento de la creación, por el que ronda el diablo.
Por otra parte en el Zohar se dice: “Cuando el oculto de los ocultos quiso revelarse a lo no manifestado, comenzó engendrando un punto luminoso. Antes de que este punto fuera luminoso y se hiciera visible, el infinito (Ain Soph) estaba oculto y no daba luz alguna”.
Me disculpo de antemano por la calidad de las imágenes que no son todo lo buenas que desearía, pero he tenido que sacarlas de la obra original que en la versión a la que he tenido acceso no tienen buena calidad, las he retocado todo lo posible para conseguir una nitidez mejor. Sin embargo por lo insólito del tema me ha parecido que valía la pena realizar una entrada al respecto.
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“Antes” del principio, en la no-existencia- el mar tenebroso infinito.
La luz, fuente inagotable de todas las cosas, surge en la oscuridad, y con ella, las aguas, que comienzan a dividirse en cercanas –claridad- y lejanas –penumbra. Hay que tener en cuenta que estas “aguas”, nada tienen que ver con el elemento agua por todos conocido, salvo como una alegoría de fluido y “disolvente universal”.
En el centro las aguas tenebrosas, alejadas de la luz, que forman la fuente de la materia. En el circulo exterior, las aguas superiores de las que emana el fuego divino (empíreo). La nube clara en el medio es un estadio intermedio que se llama “espíritu de la tierra, espíritu mercurial, éter o quintaesencia”
El caos de los elementos surgidos de las aguas inferiores “es una materia amorfa, en cuyas entrañas los elementos se encuentran de tal forma mezclados y presos, que…luchan fieramente entre ellos”.
El estado final e ideal de la materia (que aun no se ha logrado), se alcanza cuando los elementos se ordenan según su grado de consistencia, de afuera a dentro: tierra, agua, aire y fuego. En el centro aparece el sol, que es el elemento oro.
El primer día de la creación “Dijo Dios: ¡Hágase la luz! Y la luz salió… partió del abismo profundo en el este, donde mora y penetró en las tinieblas, envuelta en una nube luminosa, ya que el sol no existía aún….. (John Milton- Paradise Lost- 1667/1674)
“La luz del espíritu todavía no creada se refleja en las esferas del fuego celeste, como en un espejo. Esa reflexión es la primera manifestación de que la luz ha sido creada”
La tierra forma el estrato inferior de los elementos, el sedimento de la creación.
Al combinarse el elemento más tosco con el más sutil, sale “aire” o “agua” (expresión simbólica), dependiendo de las proporciones que entren en la combinación.
El segundo día dijo Dios: “Haya un firmamento en medio de las aguas… Llamó Dios al firmamento, cielos” (Génesis 1, 6-8).
La zona del éter con las estrellas fijas y planetas divide las aguas superiores (empíreo) de las inferiores. En esta esfera, la calidad supraceleste (forma) está en equilibrio con la infraceleste (materia).
En el tercer día el fuego, elemento más sutil surge en primer lugar. Pero como señala Fludd no se trata del fuego invisible de los alquimistas, sino de un fuego material que Paracelso califica de “tenebroso”, y que produce la descomposición de todo lo viviente. Para Fludd la vida es un proceso de combustión.
La escala ascendente de los elementos según su grado de pureza, tierra, agua, luz y fuego, se reproducen en todo el cosmos, compuesto de cielo sublunar elemental, éter y empíreo.
Las estrellas que rodean la esfera etérica no se hicieron visibles hasta después de la creación del sol, ya que acumulan la luz del astro rey y la emiten después de algún tiempo, como lo hacen las substancias fosforescentes.
“En la confusión que siguió a la creación, un poco de luz celeste quedó atrapada en la masa fría de la tierra. Siguiendo la ley de la gravitación, la substancia celeste comenzó a ascender en el cielo hasta el lugar que le correspondía. Así surgió nuestro sol”.
“El sol en el firmamento es el representante visible del fuego divino y del amor. En la anatomía humana le corresponde el corazón, pues envía sus rayos vivificantes (las venas) en un movimiento radial, animando así los miembros del cuerpo” (Robert Fludd- La clave filosófica- hacia 1619).
Cuando los rayos tórridos del sol caen sobre los “vapores” acuosos en pleno ascenso, se solidifican y engendran los planetas (una obvia analogía).
El espíritu de Dios sobre vuela como una paloma la creación consumada, pero ya amenazada por el pecado. En su “Tractatus Apologetius” Fludd subraya que la finalidad principal del estudio del Macrocosmos debe ser investigar el papel que desempeña el espíritu divino en la creación. Pues sin la luz de éste es imposible la vida.
Fuente
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